lunes, 30 de noviembre de 2009

A la tía Ema.

Ema suave de los cuentos de mi infancia
de la mirada tierna
de las tardes de color
que atrapada en la dimensión terrena
hiciste de mi vida tu ilusión
y me hablaste de tu vida
compañera mía
nana, hada, mujer fina
que me enseñaste entre otras cosas
a esperar con cortesía
tanto como hiciera falta
viviendo en el valle de sueños
a amar y alegrarse por estar
y a soltar con dolor tus develos
de los cuentos de mi infancia
nada, hada, de las tardes de color.
 
 
 
-Somos quienes somos. Le guste a los demás o no.   Y yo agradezco a la querida Ema sus cuidados, compañía, historias y su marca que a pesar de pesada para un niñito dio durante años más testimonio que yo del afecto, cuidados y amor que me dió durante el tiempo que juntamos nuestras soledades.
 
 
Ella está en un lugar mejor.  Hoy agradezco que la recuerdo por cuidarme entre el polvo, los arboles, las espinas, las piedras... y las alimanas.  Se oye que en este mundo no muchas criaturas suelen ser amables.   Y ella dejó una abuela amorosa y cuenta cuentos que en sus ultimos años disfrutó a sus nietos.

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