miércoles, 17 de febrero de 2010

Carta desde el abismo

El ambiente empapa una rareza desconcertante. Gesticulando brevemente mis pensamientos escapan con presteza. Temo por los grillos cantarines en mi oído y el sonido metálico que anticipa el principio de la cordura. 

 

No hay lugar para esconderse ni utilidad práctica en el intento.  Se diluye mi tristeza brevemente cuando recuerdo con sonrisas a aquel quien creí fuiste aunque luego se caigan al razonar que nunca has sido.

 

Muchos ya no te toman en serio… yo, luciérnaga imaginaria tomo demasiado del mundo y presiono a fuerza de liquido la realidad para enderezarla ¿De qué color es la imaginación? Luna de mis ojos, ahora sé que es verde y que en su danza de pesadillas -en su momento- hay un mundo alterno donde impasible como en este existes lleno de amor.

 

A veces quiero creerle.

 

Días como este, mientras duendes autoritarios pasean ocultos en las calles y seducen intenciones con chocolate pienso en el rojo sangre que te derrite y en sus matices alucinantes que hacen desfilar  de frente pelotones de putas sudando la hepatitis.  Ese vulgar fetiche tuyo hace que piense en pintarlos de blanco homenajeando tu humor  al observar la fálica forma del carmín. Me burlo, imagino el exudado rojo… absurdo.

 

Sentado, en mi banca de siempre tomo café amargo, como tu boca. Tu insolencia me carga un desagrado en el estomago que no logro quitar con nada. Ninguna pomada ha aliviado los golpes que propina tu aire frívolo a mi cuerpo. No lo comprendo… quisiera alguna vez por amabilidad  que evitaras soltar tu vómito en el suelo de mis desdichas.

 

Demasiado tiempo he dedicado a cuidar tu templo por las noches de mi pesadilla.  Me reconvengo ahora: Es asunto vodevil. ¿Para qué cuido un sitio vacío? A partir de mañana hay que ponerlo en renta o dedicar una mezquita/bar/sinagoga o burdel para no desperdiciarlo. ¡Hay tanto! Desde los jardines de tu vientre hasta la noche de tu pelo que el abandono me resulta un delito innombrable.

 

Mi pequeña copa anillada ahora se ve vacía. Me despido ya que no encuentro mi sitio en lugar alguno ni paz donde no acaricia la arena los pies ¿Ves? Ahí donde vagas sabes que sigo cuidando el recuerdo de quien nunca fuiste mientras aprenda la calma y funcione la memoria.

 

 

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